Nos gustaría que lo normal fuera prestar atención al dolor de los demás. Que cada uno se preocupara porque las personas a su alrededor no estén tristes, ni sufran necesidad de cosas básicas, ni se sientan solas. Una vida así. Y entonces, para empezar de alguna manera, hacemos acuerdos entre amigos. Unos permisos mutuos para estar cerca y ayudarnos. Que incluyen también el deber de avisarle al amigo cuando nos parece que se está equivocando. Y por supuesto, aceptar que los otros, para ayudar, nos digan lo que ven en nosotros. Es decir, renunciar a ese cómodo respeto que se termina convirtiendo en indiferencia. Nos gusta compartir la vida. Crecer juntos, divertirnos y viajar, aprender y desaprender, intentar cosas juntos. No decimos que sea fácil hacerlo. Sólo que es mejor.
viernes, 17 de septiembre de 2010
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