Vivir dispuestos a hacer algo en favor de las personas maltratadas, discriminadas, víctimas de injusticias. Cultivar la simpatía con los pobres, con los que tuvieron pocas oportunidades o ninguna, con los que perdieron. Asumir que los afortunados, los bien alimentados, los abrigados, los que pudimos aprender a leer y a trabajar, tenemos una deuda de afecto y hermandad con quienes no tuvieron la misma suerte. Y mantener el ojo puesto en esas estructuras sociales y económicas que dan por natural la desigualdad de oportunidades. No dejarnos convencer. No aceptarlas como justas, ni verdaderas, ni invencibles.
viernes, 17 de septiembre de 2010
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